Los hermanos Karamazov

—¡Sólo faltaba que asistiera su padre! ¡Maldita comida!

Sin embargo, todos iban hacia el monasterio. El monjecillo escuchaba en silencio. Al atravesar el bosque, dijo que el padre abad les esperaba desde hacía un buen rato, que ya llevaban más de media hora de retraso. Nadie le contestó.

Miusov observó a Iván Fiodorovitch con una expresión de odio.

«Va a la comida como si nada hubiese ocurrido —pensó—. Cara de vaqueta y conciencia de Karamazov.»

CAPÍTULO VII






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