Los hermanos Karamazov

LOS HERMANOS SE CONOCEN

El comedor particular consistía simplemente en que la mesa de Iván, próxima a la ventana, estaba protegida por un. biombo de las miradas indiscretas. Se hallaba al lado del mostrador, en la primera sala, por la que circulaban los camareros continuamente. El único cliente era un viejo militar que tomaba el té en un rincón.

De las otras salas llegaba el rumoreo propio de esta clase de establecimientos: llamadas, estámpidos de botellas al descorcharse, el choque de las bolas en las mesas de billar. Se oía un organillo. Aliocha sabía que a su hermano no le gustaban estos locales, y no iba a ellos casi nunca. Por lo tanto, su presencia allí no tenía más explicación que la cita que había dado a Dmitri.

—Voy a decir que traigan una sopa de pescado a otra cosa. No vas a vivir de té solamente —dijo Iván, que parecía encantado de la presencia de Aliocha. Había terminado ya de comer y estaba tomando el té.

—De acuerdo. Y después de la sopa, té —dijo alegremente Aliocha—. Tengo apetito.

—Y cerezas en dulce, ¿no? ¿Te acuerdas de cómo te gustaban cuando eras niño y estabas en casa de Polienov?

—¿Conque te acuerdas? Sí, quiero cerezas: todavía me gustan.

eXTReMe Tracker