Los hermanos Karamazov

Entre los monjes y los laicos que acudieron en masa se advirtió una agitación inaudita, incluso inconveniente, una actitud de espera febril. El superior y el padre Paisius hacían todo lo posible para calmar los espíritus sobreexcitados. Cuando la claridad del día lo permitió, se vio llegar a los fieles, transportando a sus enfermos, casi todos niños. Esperaban una curación inmediata, y su fe les decía que el milagro iba a producirse sin duda alguna. Entonces se vio hasta qué punto había considerado la gente como un verdadero santo al starets. No todos los que formaban aquella muchedumbre, ni mucho menos, pertenecían a las clases inferiores. La ávida a impaciente espera de aquellos creyentes, exhibida sin reserva alguna, rebasaba las previsiones del padre Paisius y lo escandalizaba. Al encontrarse con otros monjes, todos profundamente conmovidos, les dijo:

—Esta espera frívola a inmediata de grandes acontecimientos sólo es posible entre los laicos. A nosotros no nos puede afectar.





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