Los hermanos Karamazov

LA ALARMA

El ispravnik Mikhail Makarovitch, teniente coronet retirado que había pasado a ser consejero de la corte, era una buena persona, y ya gozaba de las simpatías de todos por su tendencia a reunir a los elementos de la buena sociedad. Siempre tenía invitados en su casa, aunque sólo fuera un par de comensales en su mesa. Sin esto no habría podido vivir. Sus invitaciones se fundaban en los pretextos más diversos. La comida no era exquisita, pero sí copiosa; las tortas de pescado, excelentes; la abundancia de los vinos compensaba todas las deficiencias.

En la primera habitación había una mesa de billar, y en sus paredes, grabados de cameras inglesas con marcos negros, la que, como es sabido, constituye el ornamento de todas las salas de billar de los pisos de soltero.

Todas las tardes se jugaba a las cartas; pero lo corriente era que las clases distinguidas de nuestra localidad se reunieran en casa del consejero para entregarse al pasatiempo del baffle. Las madres acudían con las hijas. Mikhail Makarovitch, aunque era viudo, vivía en familia, con una hija mayor, que era viuda también, y dos hijas menores. Éstas habían terminado ya sus estudios, y eran tan simpáticas y alegres, que, a pesar de no tener dote, atraían a su casa a la juventud distinguida de la ciudad.

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