—Caballero —repuso el príncipe—. Dejadme que, antes de resolver, me baje de la carroza, ande un poco, y consulte la voz con que Dios hace hablar a la naturaleza libre. Dentro d diez minutos os contestaré.
—Hágase como decís —dijo Herblay inclinándose con respeto, tan augusta y solemne había sido la voz del príncipe al decir sus últimas palabras.