El hombre de la máscara de hierro

El vino de Melún

En efecto, el rey había entrado en Melún pero sin más propósito que el de atravesar la ciudad, tal era la sed de placeres que le aguijaba. Durante el viaje, sólo había visto dos veces a La Valiére, y adivinando que no podría hablar con ella sino de noche y en los jardines, después de la ceremonia, no veía la hora de llegar a Vaux. Pero Luis XIV echaba la cuenta sin la huéspeda, queremos decir sin D’Artagnan y sin Colbert.

Semejante a Calipso, que no podía consolarse de la partida de Ulises, el capitán de mosqueteros no podía consolarse de no haber adivinado por qué Aramis era el director de las fiestas.

—Como quiera que sea —decía entre sí aquel hombre flexible en medio de su lógica—. Cuando mi amigo el obispo de Vannnes ha hecho eso para algo será.

Pero en vano se devanaba los sesos.



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