¡Qué largas son las horas del deseo!
MORETO
Triste, obscura, encapotada
llegó la noche esperada;
la noche que ser debiera
su grata y fiel compañera;
y en el vasto pajonal
permanecen inactivos
los amantes fugitivos.
Su astro, al parecer, declina
como la luz vespertina
entre sombra funeral.
Brián, por el dolor vencido
al margen yace tendido
del arroyo; probó en vano
el paso firme y lozano
de su querida seguir;
sus plantas desfallecieron,
y sus heridas vertieron
sangre otra vez. Sintió entonces
como una mano de bronce
por sus miembros discurrir.
María espera a su lado,
con corazón agitado,
que amanecerá otra aurora
más bella y consoladora;
el amor le inspira fe