La casa de Bernarda Alba

Acto tercero

Cuatro paredes blancas ligeramente azuladas del patio interior de la casa de Bernarda. Es de noche. El decorado ha de ser de una perfecta simplicidad. Las puertas, iluminadas por la luz de los interiores, dan un tenue fulgor a la escena. En el centro, una mesa con un quinqué, donde están comiendo Bernarda y sus hijas. La Poncia las sirve. Prudencia está sentada aparte. (Al levantarse el telón hay un gran silencio, interrumpido por el ruido de platos y cubiertos.)

PRUDENCIA Ya me voy. Os he hecho una visita larga. (Se levanta.)

BERNARDA Espérate, mujer. No nos vemos nunca.

PRUDENCIA ¿Han dado el último toque para el rosario?

LA PONCIA Todavía no.

(Prudencia se sienta.)

BERNARDA ¿Y tu marido cómo sigue?

PRUDENCIA Igual.

BERNARDA Tampoco lo vemos.

PRUDENCIA Ya sabes sus costumbres. Desde que se peleó con sus hermanos por la herencia no ha salido por la puerta de la calle. Pone una escalera y salta las tapias del corral.

BERNARDA Es un verdadero hombre. ¿Y con tu hija...?

PRUDENCIA No la ha perdonado.

BERNARDA Hace bien.

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