La letra escarlata

La letra escarlata

XXEL MINISTRO PERDIDO EN UN LABERINTO

ARTURO DIMMESDALE partió el primero, adelantándose á Ester y á Perla, y ya á cierta distancia dirigió una mirada hacia atrás, como si esperara descubrir tan sólo algunos rasgos débiles ó los contornos de la madre y de la niña desvaneciéndose lentamente en la semiobscuridad de la selva. Acontecimiento de tal importancia en su existencia, no podía concebir que fuese real. Pero allí estaba Ester, vestida con su traje de pardo color, de pie todavía junto al tronco del árbol que algún viento tempestuoso derrumbó en tiempos inmemoriales, todo cubierto de musgo, para que esos dos seres predestinados, con el alma abrumada de pesar, pudieran sentarse allí juntos y encontrar una sola hora de descanso y solaz. Y allí también estaba Perla, bailando alegremente á orillas del arroyuelo, ahora que aquel extraño intruso se había ido, y la dejaba ocupar su antiguo puesto al lado de su madre. No: el ministro no se había quedado dormido, ni había soñado.





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