Y es que otrora vivía en la tierra el género humano, lejos y libres (36) de males, libres (36) de la dura fatiga y de enfermedades dolorosas que dan a los hombres la Muerte (37)—pues los hombres envejecen pronto en la desdicha (38).
Pero la mujer, quitando del vaso la gran tapadera, los esparció (39), y maquinó para los hombres tristes congojas. Sola, allí dentro quedaba la Esperanza (40), en indestructible mansión, bajo los bordes del vaso—y no voló fuera: antes le puso Pandora la tapa, según designios del egidíforo Zeus (41), el que nubes reúne. Con lo que son incontables las penas que vagan entre los hombres: pues llena está la tierra de males, llena la mar. Morbos caen sobre los hombres, de día, o les visitan sin más, en la noche, llevando el dolor a los mortales—en silencio, que les quitó la voz el prudente Zeus. Así no hay modo de esquivar el pensamiento del dios (42).
Si quieres, yo coronaré mi narración con otra, de modo oportuno y sabiamente. Y tú ponía en tu espíritu (43), pues igual principio tienen dioses y mortales hombres (44).
De oro fue la primera raza de hombres perecederos creada por los Inmortales, moradores de las mansiones olímpicas.