Dijo asÃ, y todos obedecieron al soberano Zeus, hijo de Crono. Al punto el famoso cojo (25) modeló con tierra la forma de una casta virgen, según los dictados del Cronida. La diosa ojiglauca (26) Atenea le ciñó la cintura y completó su adorno. Alrededor de su cuello, las Gracias divinas (27) y la augusta Persuasión (28) pusieron collares de oro. Y en torno a ella, las Horas de lindos bucles (29) dispusieron guirnaldas con florecillas primaverales. Fue Palas Atenea (30), la que le ajustó al cuerpo todo el aderezo.
El mensajero Argifonte (31) forjó en su pecho mentiras, palabras falaces y un corazón ladino, cumpliendo el designio de Zeus, que truena sordamente. Por último, el heraldo de dioses la dotó de la palabra, y dio a esta mujer el nombre de Pandora (32), porque todos los moradores de las mansiones olÃmpicas obsequiaron con tal regalo, procurando la ruina a los hombres que de pan se alimentan (33).
Una vez hubo concluido el señuelo fatal, irremediable, el Padre envió en busca de Epimeteo (34), al ilustre Matador de Argos—con el regalo de los dioses—, sÃ, al veloz mensajero (35). No pensó Epimeteo en lo que Prometeo le habÃa avisado: nunca aceptar obsequio de Zeus OlÃmpico; devolverlo en cambio a su origen, para evitar asà un mal a los mortales. Mas él después de aceptarlo, cuando ya tenÃa el mal consigo, lo advirtió.