El niño se rascó la oreja, miró a la señora Burgon, y exclamó:
- ¡Qué te parece!
Luego hizo una pirueta, giró sobre sus talones, y un segundo después la mujer, que se había quedado en el umbral de la puerta, lo oyó cantar con voz clara y juvenil, perdiéndose entre los álamos que se estremecían al soplo del viento invernal:
Mambrú se fue a la guerra montado en una perra. Mambrú se fue a la guerra no sé cuándo vendrá. Si volverá por Pascua, o por la Trinidad.