Entonces una voz de hombre gritó desde el interior:
- No se puede menos de siete francos, y eso pagando seis meses adelantados.
- Seis por siete son cuarenta y dos -dijo la Thenardier.
- Los daré -dijo la madre.
- Además, quince francos para los primeros gastos -añadió la voz del hombre.
- Total cincuenta y siete francos -dijo la Thenardier.
- Los pagaré -dijo la madre-. Tengo ochenta francos. Tengo con qué llegar a mi pueblo, si me voy a pie. Allí ganaré dinero, y tan pronto reúna un poco volveré a buscar a mi amor.
La voz del hombre dijo:
- ¿La niña tiene ropa?
- Ese es mi marido -dijo la Thenardier.
- Vaya si tiene ropa mi pobre tesoro, y muy buena, todo por docenas, y trajes de seda como una señora. Ahí la tengo en mi bolso de viaje.
- Habrá que dejarlo aquí -volvió a decir el hombre.
- ¡Ya lo creo que lo dejaré! -dijo la madre-. ¡No dejaría yo a mi hija desnuda!
Entonces apareció el rostro del tabernero.
- Está bien -dijo.