Tan pequeño cambio fue una revolución, pues redujo prodigiosamente el precio de la materia prima, con beneficio para la comarca, para el manufacturero y para el consumidor.
En menos de tres años se hizo rico el autor de este procedimiento, y, lo que es más, todo lo había enriquecido a su alrededor.
Era forastero en la comarca. Nada se sabía de su origen. Se decía que había llegado al pueblo con muy poco dinero; algunos centenares de francos a lo más, y que entonces tenía el lenguaje y el aspecto de un obrero.
Y fue con ese pequeño capital, puesto al servicio de una idea ingeniosa, fecundada por el orden y la inteligencia, que hizo su fortuna y la de todo el pueblo.
A lo que parece, la tarde misma en que aquel personaje hacía oscuramente su entrada en aquel pequeño pueblo de M., a la caída de una tarde de diciembre, con un morral a la espalda y un palo de espino en la mano, acababa de estallar un violento incendio en la Municipalidad. El hombre se arrojó al fuego, y salvó, con peligro de su vida, a dos niños que después resultaron ser los del capitán de gendarmería. Esto hizo que no se pensase en pedirle el pasaporte. Desde entonces se supo su nombre. Se llamaba Magdalena.