Los Miserables - Parte 1

Capítulo 2 El señor Magdalena

Era un hombre de unos cincuenta años, reconcentrado, meditabundo y bueno. Esto es todo lo que de él podía decirse.

Gracias a los rápidos progresos de aquella industria que había restaurado tan admirablemente, M. se había convertido en un considerable centro de negocios. Los beneficios del señor Magdalena eran tales que al segundo año pudo ya edificar una gran fábrica, en la cual instaló dos amplios talleres, uno para los hombres y otro para las mujeres. Allí podía presentarse todo el que tenía hambre, seguro de encontrar trabajo y pan. Sólo se les pedía a los hombres buena voluntad, a las mujeres costumbres puras, a todos probidad. Era en el único punto en que era intolerante.

Antes de su llegada, el pueblo entero languidecía. Ahora todo revivía en la vida sana del trabajo. No había más cesantía ni miseria.

En medio de esta actividad, de la cual era el eje, este hombre se enriquecía, pero, cosa extraña, parecía que no era ése su fin. Parecía que el señor Magdalena pensaba mucho en los demás y poco en sí mismo. En 1820 se le conocía una suma de seiscientos treinta mil francos colocada en la casa bancaria de Laffitte; pero antes de ahorrar estos seiscientos mil francos había gastado más de un millón para la aldea y para los pobres.

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