El Castillo

—¡Naturalmente! ¿Cómo podrían contarte algo? Todos saben algo sobre nosotros, o la verdad, en lo que les resulta accesible, o al menos algún rumor tomado de la calle o inventado por ellos mismos, y todos piensan en nosotros más de lo necesario, pero nadie lo contará, sienten aversión a tocar ese tema. Y tienen razón. Resulta difícil articularlo, incluso frente a ti, K, y ¿acaso no es posible que tú, si lo escuchas, te vayas y no quieras saber más de nosotros, aunque a ti aparentemente no te afecte en nada? Entonces te habríamos perdido, a ti, que para mí significas, lo reconozco, más que el servicio que hasta ahora ha prestado Barnabás en el castillo. Y, sin embargo, esa contradicción me atormenta toda la tarde, lo tienes que saber, en otro caso no puedes hacerte una idea de nuestra situación, pero entonces serías injusto con Barnabás, lo que me dolería especialmente, y nos faltaría la necesaria unidad, ya no podrías ayudarnos ni aceptar nuestra ayuda extraoficial. Pero aún queda una pregunta: ¿realmente quieres saberlo?

—¿Por qué preguntas eso? —dijo K—. Si es necesario, quiero saberlo, pero ¿por qué preguntas así?

—Por superstición —dijo Olga—, te verás inmiscuido en nuestros asuntos, inocente como eres, al menos no más culpable que Barnabás.

—Cuenta rápido —dijo K—, no tengo miedo. Por pura pusilanimidad femenina lo haces peor de lo que es.

eXTReMe Tracker