El último grito se ahogó entre las lágrimas, se llevó el delantal al rostro y sollozó.
No llore, señora Grubach dijo K, y miró a través de la ventana. SeguÃa pensando en la señorita Bürstner y en que habÃa admitido en su habitación a una persona extraña.
No llore más repitió al volverse hacia el interior de la habitación y ver que aún seguÃa llorando. Tampoco lo dije con tan mala intención. Ha habido una confusión, eso es todo. Le puede ocurrir a viejos amigos.
La señora Grubach apartó el delantal de los ojos para ver si K realmente se habÃa reconciliado.
Bien, asà es dijo K y, como del comportamiento de la señora Grubach se podÃa deducir que el capitán no habÃa contado nada, se atrevió a añadir:
¿Acaso cree que me voy a enemistar con usted por una muchacha desconocida?
Asà es, precisamente dijo la señora Grubach; su desgracia consistÃa en decir algo inadecuado cada vez que se sentÃa un poco libre, siempre me pregunté: ¿por qué se toma tan en serio el señor K el asunto de la señorita Bürstner? ¿Por qué discute conmigo por su causa aun sabiendo que cada una de sus malas palabras me quita el sueño? De la señorita Bürstner sólo he dicho lo que he visto con mis ojos.