Arsenio Lupin contra Herlock Sholmes

5

Un rapto

Herlock Sholmes no dijo palabra. ¿Protestar? ¿Acusar a aquellos dos hombres? ¡Era inútil! A menos que tuviera pruebas, que no tenía ni quería perder el tiempo en buscar, nadie le creería.

Crispado, con los puños apretados, sólo pensaba en no traicionar, delante de Ganimard triunfante, su rabia y su decepción. Saludó respetuosamente a los hermanos Leroux, sostenes de la sociedad, y se retiró.

En el vestíbulo cambió de dirección, dirigiéndose a una puerta baja que indicaba la entrada del sótano, y recogió una piedrecita de color rojo: un granate.

Ya en la calle, se volvió y leyó, junto al número 40 de la casa, esta inscripción: Lucien Destange, arquitecto, 1877.

Idéntica inscripción en el 42.

«Siempre la doble salida —pensó—. El cuarenta y el cuarenta y dos se comunican. ¿Cómo no he caído en ello? Debí quedarme con los dos policías esta noche.»

Dijo a los dos policías:

—Dos personas salieron por esa puerta durante mi ausencia, ¿no es cierto? —Y señaló la puerta de la casa vecina.

—Sí; un señor y una señora.

Cogió el brazo del inspector principal y, llevándolo aparte, le dijo:

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