Arsenio Lupin contra Herlock Sholmes

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—Mire, querido amigo —decía Sholmes ante Wilson, blandiendo la nota de Arsenio Lupin—, lo que me exaspera de esta aventura es sentir continuamente sobre mí la mirada de ese satánico caballero. No se le escapa ni el más secreto de mis pensamientos. Actúo como un actor cuyos pasos están regulados por un director de escena riguroso; que va allá y dice tal cosa porque lo quiere así una voluntad superior. ¿Comprende usted, Wilson?

Iba de un lado a otro de la habitación, con pasos sonoros, a riesgo de despertar a su viejo compañero.

—En fin, la cosa no va del todo mal, y si los caminos que sigo son un poco oscuros, empiezo a reencontrarme. Ante todo, voy a fijar mi atención sobre el señor Bresson. Ganimard y yo estamos citados a orillas del Sena, en el lugar donde Bresson arrojó su paquete, y se nos revelará el papel del tal señor. Lo demás es una partida que tenemos que jugar Alice Demun y yo. El adversario es de poca envergadura, ¿eh, Wilson? ¿Y no cree usted que dentro de poco conoceré la frase del álbum y lo que significan esas dos letras aisladas: la C y la H? Porque todo reside ahí, Wilson.

En aquel momento entró la señorita, y al ver a Sholmes gesticulando, le dijo amablemente:

—Señor Sholmes, voy a regañarle si despierta a mi enfermo. No está bien que usted le moleste. El doctor exige reposo absoluto.

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