Arsenio Lupin contra Herlock Sholmes

—Si el señor Sholmes no logra sus propósitos, señorita, preséntese en casa de lady Strongborough (encontrará con gran facilidad su actual domicilio) y entréguele este trozo de tarjeta, añadiendo estas dos palabras: souvenir fidéle. Lady Strongborough la acogerá como a una hermana.

—Gracias —dijo la joven—. Iré mañana a casa de esta señora.

—Y ahora, maestro —exclamó Lupin con el tono satisfecho del hombre que ha cumplido con su deber—, le deseo muy buenas noches. Tenemos aún una hora de travesía. Voy a aprovecharla.

Se tendió cuan largo era en su silla extensible y cruzó las manos detrás de la nuca.

El cielo se había abierto ante la lucha. Alrededor de las estrellas y a ras del agua se extendía su radiante claridad. Flotaba en el mar, y la inmensidad, donde se disolvían las últimas nubes, parecía pertenecerle.

La línea de la costa se destacaba en el oscuro horizonte. Los pasajeros subían. La cubierta se llenó de gente. El señor Austin Gilet pasó acompañado de dos individuos, que Sholmes reconoció como agentes de la Policía inglesa. En su silla, Lupin dormía…

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