El Fantasma de la Ópera

Ahora estamos en el palco nº 5.

Es, un palco como todos los demás palcos del primer piso. En realidad, nada diferencia a este palco de los vecinos.

Moncharmin y Richard, burlándose ostensiblemente y riéndose el uno del otro, movían los muebles del palco, levantaban las fundas y los sillones, y examinaban en particular aquél en el que la voz tenía costumbre de sentarse. Pero comprobaron que se trataba de un simple sillón que no tenía nada de mágico. En resumen, el palco era uno de los palcos más normales, con su tapicería roja, sus sillones, su alfombra y su pasamanos de terciopelo rojo. Después de haber examinado, de la forma más seria del mundo, la alfombra y de no haber encontrado allí ni en ninguna otra parte nada especial, bajaron a la platea, al palco debajo del palco nº 5. En el palco de platea nº 5, que está justo en el rincón de la primera salida a la izquierda de las butacas de la orquesta, no encontraron tampoco algo que mereciese ser señalado.

—Toda esa gente se burla de nosotros —terminó exclamando Firmin Richard—. El sábado se representa Fausto, ¡y nosotros dos asistiremos a la representación en el palco nº 5!

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