El Fantasma de la Ópera

Capítulo XIV

Raoul y Christine corrieron, corrieron. Ahora huían del tejado donde se encontraban los ojos de brasa, que sólo se ven en lo más profundo de la noche; y no se detuvieron hasta llegar al octavo piso.

Aquella noche no había función y los pasillos de la ópera estaban desiertos.

De pronto, una extraña silueta surgió ante los jóvenes, cortándoles el paso.

—¡No! ¡Por aquí no!

Y la silueta les indicó otro pasillo por el cual podían llegar entre los bastidores.

Raoul quería detenerse, pedir explicaciones.

—¡Vamos, vamos, aprisa! —ordenó aquella sombra vaga oculta en una especie de capa y cubierta con un bonete puntiagudo.

Pero ya Christine arrastraba a Raoul y le obligaba a seguir corriendo:

—¿Pero quién es? ¿Quién es ése? —preguntaba el joven.

—¡Es el Persa!… —contestaba Christine.

—¿Qué hace aquí?

—Nadie sabe nada de él… ¡Está siempre en la ópera!

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