El Fantasma de la Ópera

Capítulo XV

En el escenario reina un desorden jamás visto. Artistas, tramoyistas, bailarinas, comparsas, figurantes, coristas, abonados, todos preguntan, gritan, se empujan. «¿Dónde está?». «¡La han hecho desaparecer!». «¡Es el vizconde de Chagny el que la ha raptado!». «¡No, es el conde!». «¡Ah, y la Carlotta! ¡La Carlotta es la quien ha dado el golpe!». «¡No, es el fantasma!».

Algunos se ríen, sobre todo después de que un atento examen de las trampillas y del suelo ha alejado cualquier sospecha de accidente.

En medio de esta masa excitada, tres personajes se hablan en voz baja y con gestos desesperados. Son Gabriel, el maestro de canto; Mercier, el administrador; y el secretario Rémy. Se han retirado a un rincón del tambor que comunica el escenario con el amplio pasillo del foyer de la danza. Allí, detrás de unos enormes accesorios, comentan:

—¡He llamado! ¡No me han contestado! Puede que no estén en su despacho. En todo caso es imposible saberlo, porque se han llevado las llaves.

Así se expresa el secretario Rémy y no cabe duda de que con estas palabras se refiere a los señores directores. Éstos han dado la orden, en el último entreacto, de no molestarlos bajo ningún pretexto. «No están para nadie».

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