El Fantasma de la Ópera

He aquí un acontecimiento que el señor Moncharmin encuentra natural. Se encuentra a un hombre colgado de una cuerda, se le va a descolgar y la cuerda se esfuma. ¡Oh! El señor Moncharmin encontró una explicación muy simple. Escuchémosla: «Era la hora de la danza y los corifeos y las “ratas” habían tomado con presteza precauciones contra el mal de ojo». Punto, eso es todo. Os imagináis a los miembros del ballet bajando la escala del portante y repartiéndose la cuerda del ahorcado en menos tiempo que se tarda en decirlo. Eso no es serio. Por el contrario, cuando pienso en el lugar exacto donde fue encontrado el cuerpo, en el tercer sótano del escenario, imagino que en alguna parte alguien tenía interés en que la cuerda desapareciera una vez hecho el trabajo, y veremos más tarde que hacia bien en suponerlo así.

La siniestra nueva se había difundido en seguida de arriba a abajo de la ópera, en la que Joseph Buquet era muy querido. Los palcos se vaciaron y las pequeñas bailarinas, agrupadas alrededor de la Sorelli como corderos asustados alrededor del pastor, tomaron el camino del foyer a través de los corredores y de las escaleras mal alumbradas, trotando a toda la velocidad que les permitían sus piernecitas rosas.


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