El Fantasma de la Ópera

Capítulo XVII

Antes de seguir al comisario Mifroid en su visita a los directores, el lector me permitirá informarle de ciertos hechos extraordinarios que acababan de ocurrir en el despacho donde el secretario Rémy y el administrador Mercier habían intentado penetrar en vano, y donde los señores Richard y Moncharmin se habían encerrado tan herméticamente, con un propósito que el lector ignora todavía, pero que tengo el deber histórico —quiero decir mi deber de historiador— de no ocultar por más tiempo.

He tenido ocasión de decir hasta qué punto el carácter de los directores se habían vuelto desagradable desde hacía algún tiempo, y he dicho que esta transformación no se debía sólo a la caída de la lámpara en las condiciones que ya sabemos.

Hagamos saber al lector —pese al deseo de los directores de que este hecho permaneciera oculto para siempre— que el fantasma había conseguido cobrar tranquilamente sus primeros veinte mil francos. Por supuesto, ¡hubo ruegos y crujir de dientes! Sin embargo la cosa se había producido de la forma más sencilla del mundo.

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