El Fantasma de la Ópera

¡Ah! ¿Recordáis el espacio hay entre la rama del árbol de hierro y el techo en cúpula de la habitación de los espejos?… ¡Intentad recordarlo!… Después de todo, quizás el agua se detenga… Seguramente encontrará su nivel… ¡Mirad! ¡Parece que se detiene!… ¡No, no! ¡Horror!… ¡A nado! ¡A nado!… Nuestros brazos que nadan se entrelazan: ¡nos ahogamos!…, nos debatimos en el agua negra…, nos cuesta ya respirar el aire negro encima del agua negra…, el aire que huye, que oímos huir por encima de nuestras cabezas mediante no sé qué sistema de ventilación… ¡Giremos, giremos, giramos hasta que encontremos la entrada de aire!… Pegaremos entonces nuestra boca a la boca de aire… Pero las fuerzas me abandonan, intento agarrarme a las paredes… ¡Qué escurridizas son para mis dedos que buscan, las paredes de espejos!… ¡Seguimos girando!… ¡Nos hundimos!… ¡Un último esfuerzo!… ¡Un último grito!… ¡Erik!… ¡Christine!… ¡Glu, glu, glu!…, en los oídos. ¡Glu, glu, glu!…, en el fondo del agua negra nuestros oídos hacen glugú. Y me parece aún, antes de perder el conocimiento, oír entre dos glugú… «¡Toneles!… ¡Toneles!… ¿Tiene usted toneles para vender?».




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