El Fantasma de la Ópera

Pero, después de la velada de la duquesa de Zúrich, Christine ya no vuelve a cantar en público. El hecho es que por esta época rechaza cualquier invitación, cualquier mensaje. Sin dar pretexto plausible alguno, renuncia a aparecer en una fiesta de caridad a la que anteriormente había prometido su ayuda. Actúa como si no fuera ya dueña de su destino, como si tuviera miedo de un nuevo triunfo.

Supo que el conde de Chagny, para complacer a su hermano, había realizado gestiones muy activasen su favor con el señor Richard. Ella le escribió para darle las gracias y para rogarle que no volviera a hablar de ella a sus directores. ¿Cuáles podían ser las razones de una actitud tan extraña? Unos pretendían que todo ello ocultaba un inconmensurable orgullo, otros vieron en ello una divina modestia. No se es tan modesto cuando se está en el teatro. En realidad, no sé si debería escribir simplemente esta palabra: terror. Sí, creo que Christine Daaé tenía por aquel entonces miedo de lo que acababa de ocurrirle y que estaba tan perpleja como todo el mundo a su alrededor. ¿Estupefacta? ¡Vamos! Tengo aquí una carta de Christine (colección del Persa) que se refiere a los acontecimientos de esta época. Pues bien, después de haberla releído, no escribiré nunca que Christine estaba estupefacta, ni siquiera asustada por su triunfo, sino horrorizada. Sí, sí…, horrorizada. «¡Ya no me reconozco a mí misma!», dice.

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