El Horror de Dunwich

Un casi interminable manuscrito redactado en extraños caracteres en un gran libro mayor, y que daba toda la impresión de una especie de diario por las separaciones existentes y las variaciones de tinta y caligrafía, desconcertó por completo a quienes lo encontraron en el viejo escritorio que hacía las veces de mesa de trabajo de Wilbur. Tras una semana de debates se decidió enviarlo a la Universidad de Miskatonic, junto con la colección de libros sobre saberes arcanos del difunto, para su estudio y eventual traducción. Pero al poco tiempo hasta los mejores lingüistas comprendieron que no iba a ser tarea fácil descifrarlo. No se encontró, en cambio, la menor huella del antiguo oro con el que Wilbur y el viejo Whateley solían pagar sus deudas.










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