En las montañas de la locura

El edificio en que habíamos entrado era de gran tamaño y complejidad, y nos dio una idea impresionante de la arquitectura de aquel ignoto pasado geológico. Las particiones interiores eran menos gruesas que los muros exteriores, pero en las partes bajas estaban muy bien conservadas. Una complejidad laberíntica caracterizaba la disposición de las piezas, incluidas curiosas irregularidades de nivel; e indudablemente nos hubiéramos extraviado desde el principio de la exploración a no ser por la pista de papeles que fuimos dejando a nuestra espalda. Decidimos explorar primeramente las partes altas más deterioradas, por lo que ascendimos una distancia de unos cien pies hasta la planta superior, donde las cámaras se abrían ruinosas y cubiertas de nieve bajo el cielo polar. Efectuamos el ascenso por empinadas rampas de piedra dotadas de travesaños que hacían por doquier las veces de escaleras. Las estancias que encontramos tenían todas las formas y dimensiones imaginables, desde salas en forma de estrella de cinco puntas a triángulos y cubos perfectos. Puede decirse que las más de ellas tenían una superficie de treinta pies de ancho, treinta de largo y veinte de altura, aunque encontramos otras de mayores dimensiones. Después de examinar detenidamente las plantas superiores y la del nivel del hielo, bajamos, piso por piso, a la parte sumergida, en donde pronto advertimos que nos hallábamos en un continuo laberinto de cámaras y pasadizos que probablemente conducían a otras zonas ilimitadas situadas fuera de aquel edificio. El ciclópeo espesor de los muros y las gigantescas dimensiones de cuanto nos rodeaba resultaban curiosamente opresivos; y algo vago pero profundamente inhumano se revelaba en todos los contornos, proporciones, decorados y matices de construcción del arcaico y repulsivo tallado de la piedra. Pronto comprendimos, por lo que revelaban los bajorrelieves, que aquella monstruosa ciudad tenía una antigüedad de muchos millones de años.

eXTReMe Tracker