En las montañas de la locura

Los medallones y el friso de estilo decadente que relataban lo ocurrido, fueron, como he dicho, los más recientes que encontramos en nuestra sucinta exploración. Mostraba a los Primordiales trasladándose a la ciudad terrestre en el verano y a la ciudad marina en el invierno, y, en ocasiones, comerciando con las ciudades del fondo del mar cercanas a la costa antártica. Para entonces ya debían admitir que la ciudad terrestre estaba condenada, pues las tallas mostraban multitud de indicios del avance maligno del frío. Iba desapareciendo la vegetación y las terribles nieves de invierno ya no se fundían totalmente ni siquiera en la plenitud del verano. Había muerto casi todo el ganado saurio y los mamíferos no aguantaban muy bien el frío. Para ‘hacer el trabajo del mundo superior había resultado necesario adaptar a la vida en tierra a algunos de los amorfos shogoths, de curiosa resistencia al frío, cosa que los Primordiales se habían negado a hacer hasta entonces. El gran río carecía ya de vida animal, y el mar superior había perdido casi toda su fauna a excepción de las focas y las ballenas. Todas las aves habían volado a otros lugares, exceptuando los grotescos pingüinos de gran tamaño.


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