En las montañas de la locura

No tardamos sino un momento en llegar a la conclusión de que ése había sido indudablemente el camino por el que aquellos otros habían bajado, y que éste seria el camino natural que seguiríamos para nuestro ascenso, a pesar del largo rastro de papeles que habíamos ido dejando en otros lugares. La boca de la torre no estaba más lejos de las estribaciones y del aeroplano que nos aguardaba que el vasto edificio escalonado por el que habíamos entrado, y cualquier exploración subglacial que pudiéramos hacer en este viaje tendríamos que llevarla a cabo en aquella zona. Es curioso que todavía pensáramos en hacer viajes posteriores, incluso después de cuanto habíamos visto y adivinado. Fue entonces, mientras avanzábamos cautelosamente por encima de los escombros del espacioso piso cuando vimos algo que nos hizo olvidarnos momentáneamente de todo lo demás.





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