El paraíso perdido

El método de los dibujos animados es permitir al villano alcanzar una cumbre de elevada seguridad y vanagloria, y entonces derribarlo. Todo el punto consiste en derribarlo, siendo la esencia de esta técnica dar al traste con el adversario de una manera arbitraria: en resumen, por medio de algún tipo de broma […] Es una escena a la que no renunciaríamos por nada del mundo, pero tratarla (como parece que ocurre habitualmente) como si fuera, en la sobria verdad de las cosas, la conclusión y clímax de un desarrollo válido es caer, sin duda, en el absurdo crítico. Tratar de vincular una escena como ésta con lo que ocurre en los dos primeros libros de Paraíso perdido es intentar aunar cosas inconmensurables, pues el tipo de arte ejemplificado en este pasaje y el tipo de arte con el que comenzó la presentación de Satán no tienen, sencillamente, punto de encuentro. Pertenecen a reinos distintos del discurso. La escena es divertida y su composición extraordinaria, pero de Satán no prueba nada en absoluto.






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