EL ARGUMENTO
Adán pregunta acerca de los movimientos celestiales, se le responde ambiguamente y se le exhorta a inquirir cosas más dignas de conocerse. Adán asiente y, todavía deseoso de retener a Rafael, le cuenta lo que recuerda desde su propia creación, su emplazamiento en el Paraíso, su conversación con Dios acerca de la soledad y la adecuada compañía, su primer encuentro y sus nupcias con Eva. Su coloquio seguidamente con el Ángel, que, tras repetir sus advertencias, parte de allí.
El Ángel concluyó y voz tan deliciosa
A Adán dejó en los oídos, que por un rato
Lo creyó hablando todavía, y presto estaba aún a oírle;
Luego, cual recién despierto, respondió reconocido:
«Qué agradecimiento bastaría, qué compensación
Podría yo ofrecerte, divinal historiador,
Que con largueza tanta has aplacado
Esta sed que tuve de saber, dignándote,
Condescendiente y amistoso, a relatar
Noticias insondables para mí, y que oigo así
Sobrecogido, mas con gozo y, como es debido,
Admirándome la gloria del altísimo
Creador; persiste alguna duda, sin embargo,