Te previne contra el enemigo, esperándote
Al acecho; más allá, habrÃa sido fuerza
Y la fuerza contra libre voluntad no es lÃcita.
Mas la confianza entonces te impulsó, segura
O bien de no encontrar peligro o bien de hallar
La circunstancia de gloriosa prueba; y, puede,
Yo también erré, admirando hasta tal punto
Lo que en ti perfecto parecÃa, que no creÃ
Capaz al mal de provocarte. Mas lamento
El error ahora, que en mi crimen se transforma:
Tú en mi denunciante. Tal le ocurrirá
A quien, fiándose en exceso del valor de la mujer,
Su voluntad le rinda: restricción no aceptará
Y librada a ella misma, si sucede algún desastre,
A la débil indulgencia del marido culpará».
Asà pasaban ellos en recÃproca denuncia
Horas infecundas, mas ninguno condenándose,
Y su vana competencia parecÃa interminable.