En el aire de contritos corazones, en señal
De pena no fingida y mansa humillación.
Sin duda ha de ablandarse y olvidar
Su desplacer; él, en cuya faz serena,
Cuando más airado parecía y más severo,
¿Qué, si no favor, merced y gracia fulguraban?».
Esto dijo nuestro padre penitente, y Eva
No sintió menor pesar. Tornando ya sin dilación
Al sitio de su juicio, postrándose cayeron
Ante él con reverencia y ambos confesaron
Dóciles sus faltas, y pidieron el perdón, con lágrimas
Regando el suelo, y suspiros insistentes
En el aire de contritos corazones, en señal
De pena no fingida y mansa humillación.