Ana de las Tejas Verdes

“No sé lo que quiere decir “escuadrones” ni “Midian”, pero suena tan trágico. Apenas puedo esperar hasta el próximo domingo para recitarlo. Practicaré toda la semana. Después de la clase le pedí a la señorita Rogerson – porque la señorita Lynde estaba muy lejos – que me indicara nuestro banco. Me senté tan callada como pude y el texto fue Revelaciones, capítulo tercero, versículos segundo y tercero. Era un texto muy largo. Si yo fuera pastor elegiría los más cortos y elegantes. El sermón también fue terriblemente largo. Supongo que el pastor lo hizo de acuerdo al texto. No creo que tenga nada de interesante. Su mayor inconveniente es que no tiene suficiente imaginación. Di libertad a mis pensamientos y pensé en las cosas más sorprendentes.

Marilla sintió desesperadamente que todo aquello debía ser reprendido con severidad, pero se lo impidió el innegable hecho de que algunas cosas que había dicho Ana, especialmente acerca de los sermones del ministro y las oraciones del señor Bell, eran exactamente las que ella había llevado en lo más profundo de su corazón durante muchos años, pero que nunca había expresado. Casi le parecía que esos secretos y reprimidos pensamientos de crítica, repentinamente se habían hecho visibles y habían tomado forma en la persona de aquella deslenguada criatura.

CAPÍTULO DOCE

Un voto solemne y una promesa

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