Ana de las Tejas Verdes

- En favor de esa niña, te diré – dijo Marilla cuando Ana se hubo retirado a su cuarto – que no es tacaña. Estoy contenta, pues la tacañería es lo que más detesto. Hace tres semanas que vino y parece que hubiera estado aquí siempre. No puedo imaginarme la casa sin ella. No me mires como diciendo “ya te lo dije”. Está mal en una mujer, pero en un hombre es insufrible. Estoy de acuerdo en reconocer que me alegro de haber consentido en que se quedara, y que me gusta cada día más, pero no hagas hincapié en esa cuestión, Matthew Cuthbert.

CAPÍTULO TRECE

Las delicias de la expectativa

- Es hora de que Ana se ocupe de su costura – dijo Marilla echando una mirada al reloj para salir luego a enfrentarse con la dorada tarde de agosto donde todo parecía adormecido por el calor.

“Estuvo jugando con Diana más de media hora aún después de que la señora Barry llamara a ésta; y ahora está encaramada en el montón de leños charlando con Matthew, cuando sabe perfectamente que debe atender su trabajo. Y por supuesto, él la está escuchando como un perfecto papanatas. Nunca he visto un hombre más atontado. Cuanto más habla ella y cuantas más cosas raras dice, más encantado parece.

“¡Ana Shirley, ven inmediatamente!.

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