Ana de las Tejas Verdes

Cuando llegaron los exámenes mensuales, la emoción alcanzó su límite. El primer mes ganó Gilbert por tres puntos. El segundo, Ana le derrotó por cinco. Pero su triunfo fue frustrado por la felicitación que recibió de Gilbert delante de toda la escuela. Le hubiera resultado mucho más dulce si él hubiera sentido el aguijón de su derrota.

El señor Phillips podía no ser un buen maestro; pero un alumno tan firmemente determinado a aprender como Ana, difícilmente podría haber dejado de progresar, sea cual fuere su maestro. Al terminar el trimestre Ana y Gilbert pasaron a quinto grado, y se les permitió comenzar a estudiar “las ramas” – nombre que se daba al latín, geometría, francés y álgebra –.

En la geometría, Ana encontró su Waterloo.

- Es una asignatura totalmente horrorosa, Marilla – gemía –. Estoy segura de que nunca seré capaz de ser ni la primera ni la última. No hay en absoluto campo para la imaginación. El señor Phillips dice que soy la tonta mayor que ha visto a ese respecto.

Y Gil... quiero decir algunos de los otros, ¡son tan listos! Es mortificante en extremo, Marilla. Hasta Diana se desenvuelve mejor que yo. Pero no me importa ser vencida por Diana; aun cuando somos como extrañas ahora, sigo amándola con amor inextinguible.

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