- Oh, Dios, “todo son encuentros y despedidas en este mundo”, como dice la señora Lynde
– exclamó Ana quejumbrosamente, dejando su pizarra y sus libros sobre la mesa de la cocina en el último día de junio y enjugándose los ojos con un pañuelo empapado -. ¿No ha sido una suerte que llevara un pañuelo de más hoy a la escuela, Marilla? Tenía el presentimiento de que iba a necesitarlo.
- Nunca creí que quisieras tanto al señor Phillips como para necesitar dos pañuelos para enjugar tus lágrimas porque se va – dijo Marilla.