Ana de las Tejas Verdes

CAPÍTULO VEINTITRÉS

Ana sufre por una cuestión de honor

Un mes después del episodio del pastel con linimento, era tiempo de que Ana cometiera pequeños errores, nuevas equivocaciones tales como poner distraídamente una cacerola de leche desnatada dentro de una cesta de ovillos de hilo en la despensa en vez de en el cubo de los cerdos; y caminar inocentemente sobre el borde del largo puente abstraída en sus sueños.

Diana dio una fiesta una semana después del té en la rectoría.

- Un grupo pequeño y selecto – le aseguró Ana a Marilla –. Sólo las niñas de nuestra clase.

Lo pasaron muy bien, y no ocurrió nada enojoso hasta después del té, cuando se encontraron en el jardín de los Barry, un poco cansadas de todos sus juegos y prontas a cualquier travesura que se presentara. Repentinamente ésta tomó forma en el “desafío”.

El “desafío” era un juego muy de moda entre la chiquillería de Avonlea. Había comenzado entre los muchachos y pronto se extendió hasta las niñas; las tonterías que sucedieron aquel verano en Avonlea porque los actores se “desafiaron” a hacerlas podrían llenar un libro.

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