Ana de las Tejas Verdes

- Seremos los mejores amigos – dijo Gilbert jubilosamente –. Hemos nacido para serlo, Ana. Has burlado al destino mucho tiempo. Sé que nos podemos ayudar uno a otro de muchas maneras. Tú vas a continuar estudiando, ¿no es así? Yo también. Vamos, te acompañaré a casa.

Marilla miró curiosamente a Ana cuando ésta entró en la cocina.

- ¿Quién venía contigo por el sendero, Ana?.

- Gilbert Blythe – respondió Ana, avergonzada de encontrarse sonrojada –. Lo encontré en la colina de los Barry.

- No creí que tú y Gilbert fuerais tan buenos amigos como para estar charlando media hora en la puerta – dijo Marilla con una seca sonrisa.

- No lo éramos; fuimos buenos enemigos. Pero hemos decidido que será más sensato ser buenos amigos en el futuro. ¿Estuvimos de verdad media hora? Parecieron unos pocos minutos. Es que tenemos cinco años de silencio que vencer.

Ana se sentó junto a su ventana acompañada de un alegre sentimiento. El viento soplaba suavemente entre las cerezas y llegaba el olor de la menta. Las estrellas titilaban sobre los pinos del valle y la luz de Diana brillaba en la distancia.

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