Ana de las Tejas Verdes

Corrió hasta el espejo y se miró. Allí la contemplaron su delgada y pecosa cara y sus solemnes ojos grises.

- Tú no eres más que Ana de las “Tejas Verdes” – dijo –, y te veré con ese mismo aspecto cada vez que trates de imaginar a Lady Cordelia. Pero es un millón de veces más lindo ser Ana de las “Tejas Verdes” que ser Ana de ninguna parte, ¿no es así?.

Se inclinó, besó afectuosamente su imagen y volvió junto a la ventana.

- Buenas tardes, querida Reina de las Nieves. Y buenas tardes, queridos abedules de la hondonada. Y buenas tardes, querida casa gris de la colina. ¿Llegará Diana a ser mi amiga del alma? Espero que sí y la querré mucho. Pero nunca olvidaré del todo a Katie Maurice y a Violeta. Se sentirían heridas si lo hiciera y no me gusta hacerle daño a nadie, aunque sea una niña de la biblioteca o del eco. Debo tener cuidado de acordarme de ellas y mandarles un beso cada día.

Ana lanzó un par de besos con los dedos hacia las flores, y luego, con la barbilla entre las manos, vagó por un mar de sueños.

CAPÍTULO NUEVE

La señora Rachel se horroriza

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