Ana la de Tejas Verdes

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CAPÍTULO DOS Matthew Cuthbert se lleva una sorpresa

Matthew Cuthbert y la yegua alazana recorrieron lentamente los doce kilómetros que había hasta Bright River. Era un bonito camino que corría entre bien dispuestas granjas, bosquecillos de pino y una hondonada llena de flores de los cerezos silvestres. El aire estaba perfumado por varios manzanos y los prados se extendían en la distancia hasta las brumas perlas y púrpuras del horizonte, mientras

Los pajarillos cantaban como si fuera el único día de verano de todo el año.

Por su manera de ser, Matthew gozaba del paseo, excepto cuando se cruzaba con mujeres y tenía que saludarlas con un movimiento de cabeza, pues en la isla del Príncipe Eduardo se supone que hay que saludar así a quienquiera se encuentre en el camino, tanto si se le conoce como si no.

Matthew sentía terror por todas las mujeres, exceptuando a Marilla y Rachel; sentía la incómoda sensación de que aquellas misteriosas criaturas se estaban riendo de él. Hubiera estado bastante acertado en pensarlo, pues era un extraño personaje, de desmañada figura, largos cabellos gris ferroso que llegaban hasta sus encorvados hombros y castaña y poblada barba que llevaba desde que cumpliera los veinte años. Es verdad, a los veinte tenía casi el mismo aspecto que a los sesenta, salvo el poquito de gris en los cabellos.


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