El naufragio del Titán

La Sra. Selfridge, con expresión aturdida y bastante agraviada, salió de la sala con su indignado padre y sus amigas, mientras Myra llamaba por su feo apodo a Rowland, que había caído en manos de los reporteros. Estos lo habrían entretenido como suelen hacer los de su oficio, pero él no se dejó entretener ni quiso hablar. Escapó y fue engullido por el mundo exterior y, cuando salieron los periódicos vespertinos aquel día, lo acontecido en el juicio fue todo lo que se pudo añadir a la historia.













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