El naufragio del Titán

Los pernos que sujetaban las doce calderas y las tres máquinas de triple expansión no estaban diseñados para soportar esa carga en perpendicular y se partieron. A través de un revoltijo de escalerillas, tuercas y mamparos que se extendía de proa a popa, surgieron unas gigantescas masas de hierro y acero que perforaron los costados del barco, incluso allí donde estaba reforzado por sólido y resistente hielo, y llenaron las salas de máquinas y calderas de vapor hirviendo, lo que causó una muerte fulminante y dolorosa a los cien hombres que se encontraban en la sala de máquinas.

En medio del estruendo formado por el vapor al escaparse, del zumbido de las casi tres mil voces humanas que llegaba en forma de gritos y llamadas angustiadas desde el interior, y del aullido del viento a través de cientos de escotillas al ser expulsado por el agua que entraba por los agujeros del costado de estribor, el Titán retrocedió lentamente y se lanzó al mar, donde flotó inclinado sobre un costado, cual monstruo gimiente y moribundo.





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