El naufragio del Titán

Ningún capitán ni oficial navega bajo bandera inglesa cuyo informe, incluyendo las riñas en el puente de proa, no sea expuesto en Lloyd’s para que lo inspeccionen los eventuales empresarios. Ningún barco naufraga en ninguna costa desierta del mundo durante el turno de trabajo de los aseguradores cuyo accidente no sea anunciado por la potente y cantarina voz en un plazo máximo de treinta minutos.

Una de las salas contiguas se conoce como la «Sala de Derrota». En ella pueden encontrarse, perfectamente ordenadas en sus rollos correspondientes, las más recientes cartas de navegación de todos los países, junto con una biblioteca de literatura náutica que describe hasta el último detalle los puertos, faros, rocas, bajíos e instrucciones de navegación de todas las costas representadas en los mapas; el curso de las últimas tormentas; los cambios de corrientes oceánicas y las posiciones de los icebergs y los barcos naufragados. Un miembro de Lloyd’s adquiere en poco tiempo casi tantos conocimientos teóricos sobre el mar como los hombres que lo surcan.

Otra sala —la «Sala del Capitán»— está pensada para el esparcimiento y descanso, y una tercera, antítesis de la anterior, es la «Oficina de Inteligencia», a la que acuden los angustiados y donde se les informa de las últimas noticias de tal o cual barco retrasado.

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