Así habló Zaratustra

Ésta es vuestra sed, el llegar vosotros mismos a ser ofrendas y regalos: y por ello tenéis sed de acumular todas las riquezas en vuestra alma.

Insaciable anhela vuestra alma tesoros y joyas, porque vuestra virtud es insaciable en su voluntad de hacer regalos.

Forzáis a todas las cosas a acudir a vosotros y a entrar en vosotros, para que vuelvan a fluir de vuestro manantial como los dones de vuestro amor.

En verdad, semejante amor que hace regalos tiene que convertirse en ladrón de todos los valores; pero yo llamo sano y sagrado a ese egoísmo[128].

Existe otro egoísmo, demasiado pobre, un egoísmo hambriento que siempre quiere hurtar, el egoísmo de los enfermos, el egoísmo enfermo.

Con ojos de ladrón mira ese egoísmo todo lo que brilla; con la avidez del hambre mira hacia quien tiene de comer en abundancia; y siempre se desliza a hurtadillas en torno a la mesa de quienes hacen regalos.

Enfermedad habla en tal codicia, y degeneración invisible; desde el cuerpo enfermo habla la ladrona codicia de ese egoísmo.

Decidme, hermanos míos: ¿qué es para nosotros lo malo y lo peor? ¿No es la degeneración? – Y siempre adivinamos degeneración allí donde falta el alma que hace regalos.

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