Así habló Zaratustra

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La canción de los sepulcros[193]

«Allí está la isla de los sepulcros, la silenciosa; allí están también los sepulcros de mi juventud. A ella quiero llevar una corona siempre verde de vida».

Con este propósito en el corazón atravesé el mar. –

¡Oh vosotras, visiones y apariciones de mi juventud! ¡Oh vosotras, miradas todas del amor, vosotros instantes divinos! ¡Qué aprisa habéis muerto para mí! Me acuerdo de vosotros hoy como de mis muertos.

De vosotros, muertos queridísimos, llega hasta mí un dulce aroma que desata el corazón y las lágrimas. En verdad, ese aroma conmueve y alivia el corazón al navegante solitario.

Aún continúo siendo el más rico y el más digno de envidia – ¡yo el más solitario! Pues yo os tuve a vosotros, y vosotros me tuvisteis a mí: decid, ¿a quién le cayeron del árbol, como a mí, tales manzanas de rosa?[194]

Aún continúo siendo heredero de vuestro amor, y tierra que en recuerdo vuestro florece con multicolores virtudes silvestres, ¡oh vosotros amadísimos!

Ay, estábamos hechos para permanecer próximos unos a otros, oh propicios y extraños prodigios; y vinisteis a mí y a mi deseo no como tímidos pájaros – ¡no, sino como confiados al confiado!


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