Así habló Zaratustra

Así habló Zaratustra

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La Cena[518]

En este punto, en efecto, el adivino interrumpió el saludo entre Zaratustra y sus huéspedes: se adelantó como alguien que no tiene tiempo que perder, cogió la mano de Zaratustra y exclamó: «¡Pero Zaratustra!

Una cosa es más necesaria que la otra, así dices tú mismo[519]: bien, una cosa es ahora para mí más necesaria que todas las otras.

Una palabra a tiempo: ¿no me has invitado a comer? Y aquí hay muchos que han recorrido largos caminos. ¿No querrás alimentarnos con discursos?

También os habéis referido todos vosotros, demasiado a mi parecer, al congelarse, ahogarse, asfixiarse y otras calamidades del cuerpo: pero nadie se ha acordado de mi calamidad, a saber: la de estar hambriento – ».

(Así habló el adivino; y cuando los animales de Zaratustra oyeron tales palabras se fueron de allí corriendo, asustados. Pues veían que ni siquiera lo que ellos habían traído durante el día sería suficiente para llenar el estómago de aquel solo adivino).

«Incluyendo también el estar sediento, prosiguió el adivino. Y aunque oigo ya al agua chapotear aquí, semejante a discursos de la sabiduría, es decir, abundante e incansable: yo – ¡quiero vino!


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