Así habló Zaratustra

Así habló Zaratustra

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Entre hijas del desierto

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«¡No te vayas!, dijo entonces el caminante que se llamaba a sí mismo la sombra de Zaratustra, quédate con nosotros[545], de lo contrario podría volver a acometernos la vieja y sorda tribulación.

Ya el viejo mago nos ha prodigado sus peores cosas, y mira, el buen papa piadoso tiene lágrimas en los ojos y ha vuelto a embarcarse totalmente en el mar de la melancolía.

Estos reyes, sin duda, siguen poniendo ante nosotros buena cara: ¡esto es lo que ellos, en efecto, mejor han aprendido hoy de todos nosotros! Mas si no tuvieran testigos, apuesto a que también en ellos recomenzaría el juego malvado –

– ¡el juego malvado de las nubes errantes, de la húmeda melancolía, de los cielos cubiertos, de los soles robados, de los rugientes vientos de otoño!

– el juego malvado de nuestro rugir y gritar pidiendo socorro: ¡quédate con nosotros, oh Zaratustra! ¡Aquí hay mucha miseria oculta que quiere hablar, mucho atardecer, mucha nube, mucho aire enrarecido!

Tú nos has alimentado con fuertes alimentos para hombres[546] y con sentencias vigorosas: ¡no permitas que, para postre, nos acometan de nuevo los espíritus blandos y femeninos!


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